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"¡DALES UN BUEN MARTILLAZO!"
Es una orden que debes decirle al espejo. Esta voz indica impactar, repetir y asociar ideas abstractas con ideas concretas a fin de facilitar el recuerdo de lo que dices. Es la ley de la memoria.
Así como fijamos un clavo dándole varias veces con un martillo, fijamos los conceptos con imágenes, sonidos, emociones y sensaciones impresionantes, repitiéndolas y asociándolas
Este principio se basa en la importancia y necesidad de memorizar y lograr que tus oyentes memoricen los puntos relevantes de lo que dices. Para ello debes implicar la mayor cantidad posible de sus sentidos.
Los neurocientificos dicen que los diferentes estímulos que convergen en el hipocampo viajan por rutas o circuitos neuronales diferentes. Por eso recomiendo involucrar más de un sentido al mencionar un concepto.
Si con la voz dices una cosa pero muestras un texto que lo expone de otra manera; o si lees un texto antes o después que la persona lo lee, solo provocas una confusión, lo cual no favorece la persuasión (a no ser que tu intención sea confundir).
Si muestras un texto ante los ojos de tus oyentes y esperas lograr un impacto audiovisual, ambos estímulos deben viajar al mismo tiempo hacia el hipocampo. De lo contrario a) los distraerás, b) los confundirás, c) los desanimarás o d) pensarán que eres un inepto en comunicación. Sobre todo, si el texto no es legible desde su punto de vista.
El significado básico de memorizar es fijar en la mente aquello que uno quiere recordar después. Pero en honor a la verdad, muchas veces quedan grabadas en la memoria cosas que no quisiéramos recordar nunca. ¿A qué se debe? A que la memoria es sensible a los impactos, la repetición de los impactos o de las emociones y sensaciones asociados a esta, así como a la asociación de ideas.
Impresión, repetición y asociación es el la combinación perfecta para que algo se grabe en la memoria de manera que pueda ser recordado con posteridad. Y funciona con igual o mayor efectividad de forma instintiva, cuando un hecho fortuito nos deja una profunda huella.
Sin embargo, hay cosas inolvidables que nos deleitamos en recordar, y cosas desagradables que jamás hubiéramos querido memorizar. De hecho, si no las podemos olvidar, por lo menos intentamos olvidar, es decir, reemplazar por cosas agradables.
Algunas personas llegan a ser tan emocionalmente sensibles que memorizan hasta el último detalle de la manera como las ofendieron otras personas, tanto que nunca las perdonan. Rumian emocionalmente lo que les hicieron, murmurando de ello con los demás. Son muy infelices y solitarias, hasta que deciden olvidarlo o darle poca importancia.
Por supuesto, hay recuerdos involuntarios que dejan heridas horribles y profundas, muy difíciles de borrar. Aunque uno sabe que lo mejor sería pedir perdón o perdonar, no puede. Solo le queda entender lo ocurrido y esforzarse por pasar la página cada vez que ocurre una evocación.
Digo esto solo para ilustrar el enorme impacto que nos causan algunas cosas en la vida, y el refuerzo que el impacto recibe con la repetición del recuerdo y la asociación de ideas, la cual sujeta fuertemente el recuerdo como si fuera con grilletes.
¡Esa es, precisamente, la técnica que debes aplicar intencionalmente a los detalles de tus discursos: Impresión, repetición y asociación de ideas, que es lo que sirve de base para entender el segundo principio.
No solo tienes que aplicarlo para memorizar tu esquema de ideas, sino para obligar a tus oyentes a recordar el punto principal de tu discurso. Si no lo recuerdan, habrás hablado al aire.
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