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"¡MANOS ARRIBA ENFÁTICAMENTE!"
Es una orden que debes decirle al espejo. Esta voz indica no juntar las manos, sino usarlas para hacer ademanes enfáticos y descriptivos que expresen convicción y competencia para la oratoria.
Juntar las manos a cada rato se puede convertir en un hábito que distraerá la vista del oyente. Es mejor mantener la concentracion en el tema, no en algo que distrae la atención de los ojos en algo que no viene al caso. La clave es atraer la atención al tema, no a un gesto innecesario.
Ciertamente, tampoco me refiero a mantener las manos arriba todo el tiempo ni moverlas enfáticamente a cada rato junto con cada frase que sale de tu boca. Eso rayaría en el ridículo. No se vería natural.
Refiriéndome exclusivamente a la oratoria, los gestos y ademanes solo deben servir a dos propósitos: Enfatizar una idea o describirla. Todo otro ademán debe considerarse mecánico e inservible. Es mejor no hacer ningún ademán que hacer un ademán que no signifique nada.
Algunos imitan lo que ven en la televisión, a pesar de que muy probablemente es el resultado de la inexperiencia y falta de oratoria del supuesto comunicador.
Usualmente se ve a presentadores que mueven las manos hasta por gusto, o no las mueven en absoluto por estar bloqueados emocionalmente. Ni bien comienzan a hablar, sus manos se elevan y mueven enfáticamente sin tener ningún sentido realmente. Tan pronto como mueven los labios, mueven las manos. ¿Para qué? Eso no ayuda.
Es cierto que uno tiene todo el derecho de hablar y moverse como le parezca. Pero también es verdad que, aunque todo sea lícito o permitido, no necesariamente resulta ventajoso o conveniente para convencer o persuadir.
De hecho, la sinceridad se relaciona con la naturalidad. Ademanes mecánicos, forzados o robóticos no comunican sinceridad.
Por ejemplo, si digo "¡Es muy importante!", es solo natural que mis gestos y ademanes también expresen con énfasis dicha importancia. El auditorio notará mi convicción y se sentirá movido a creer que soy sincero. Porque es una reacción natural que se esperaría de alguien que está convencido.
Pero si dijera: "Estaba pensando en algunas cosas" o "mañana por la mañana se preparará la lista de [bla, bla, bla]", haciendo el ademán "¡Es muy importante!", ¿qué necesidad hay de ponerle énfasis usando el ademán para "es muy importante".
Aunque pensemos que es importante, ¿de qué sirve si el auditorio todavía no sabe de qué se trata porque aún no hemos terminado la frase diciendo por qué le damos énfasis? Es mejor no hacer ningún ademán que hacer uno que no sirve para nada. ¡Usemos los gestos y ademanes cuando sea específico: para enfatizar una idea específica o para describirla!
En oratoria hay dos clases de ademanes según su naturaleza: 1) Enfáticos (que comunican convicción, seguridad y contundencia, y 2) descriptivos (describen o dibujan formas, tamaños, distancias y acciones).
Ciertamente, tampoco me refiero a mantener las manos arriba todo el tiempo ni moverlas enfáticamente a cada rato junto con cada frase que sale de tu boca. Eso rayaría en el ridículo. No se vería natural.
Refiriéndome exclusivamente a la oratoria, los gestos y ademanes solo deben servir a dos propósitos: Enfatizar una idea o describirla. Todo otro ademán debe considerarse mecánico e inservible. Es mejor no hacer ningún ademán que hacer un ademán que no signifique nada.
Algunos imitan lo que ven en la televisión, a pesar de que muy probablemente es el resultado de la inexperiencia y falta de oratoria del supuesto comunicador.
Usualmente se ve a presentadores que mueven las manos hasta por gusto, o no las mueven en absoluto por estar bloqueados emocionalmente. Ni bien comienzan a hablar, sus manos se elevan y mueven enfáticamente sin tener ningún sentido realmente. Tan pronto como mueven los labios, mueven las manos. ¿Para qué? Eso no ayuda.
Es cierto que uno tiene todo el derecho de hablar y moverse como le parezca. Pero también es verdad que, aunque todo sea lícito o permitido, no necesariamente resulta ventajoso o conveniente para convencer o persuadir.
De hecho, la sinceridad se relaciona con la naturalidad. Ademanes mecánicos, forzados o robóticos no comunican sinceridad.
Por ejemplo, si digo "¡Es muy importante!", es solo natural que mis gestos y ademanes también expresen con énfasis dicha importancia. El auditorio notará mi convicción y se sentirá movido a creer que soy sincero. Porque es una reacción natural que se esperaría de alguien que está convencido.
Pero si dijera: "Estaba pensando en algunas cosas" o "mañana por la mañana se preparará la lista de [bla, bla, bla]", haciendo el ademán "¡Es muy importante!", ¿qué necesidad hay de ponerle énfasis usando el ademán para "es muy importante".
Aunque pensemos que es importante, ¿de qué sirve si el auditorio todavía no sabe de qué se trata porque aún no hemos terminado la frase diciendo por qué le damos énfasis? Es mejor no hacer ningún ademán que hacer uno que no sirve para nada. ¡Usemos los gestos y ademanes cuando sea específico: para enfatizar una idea específica o para describirla!
En oratoria hay dos clases de ademanes según su naturaleza: 1) Enfáticos (que comunican convicción, seguridad y contundencia, y 2) descriptivos (describen o dibujan formas, tamaños, distancias y acciones).
Algo que ayuda mucho al orador a mejorar sus gestos y ademanes es la curiosidad. Con la curiosidad puedes ampliar tus límites y averiguar, mediante la experimentación, hasta dónde puedes variar tu expresividad física, es decir, tu inteligencia física natural para comunicar tus pensamientos, sensaciones y sentimientos además de usar palabras.
La curiosidad te ayuda a romper y acabar, de hecho, pulverizar, el estereotipo de que es suficiente con hacer tan solo dos o tres ademanes aburridos a lo largo de 5, 10, 30 o 120 minutos, como si no existiera la variedad.
Claro, si no es necesario poner énfasis ni describir o pintar un cuadro en el aire, se justifica no usar ningún ademán. Dicho de otra manera: No es necesario hacer un gesto o ademán cada vez que se mueven tus labios. ¡Gesticular al ritmo de tus labios sería absurdo!
Claro, si no es necesario poner énfasis ni describir o pintar un cuadro en el aire, se justifica no usar ningún ademán. Dicho de otra manera: No es necesario hacer un gesto o ademán cada vez que se mueven tus labios. ¡Gesticular al ritmo de tus labios sería absurdo!
Algunas personas suponen que no pueden empezar un discurso sin empezar a mover sus manos, y no paran de moverlas a cada rato. Eso no tiene sentido en el arte de exponer en público (a menos que sea un lenguaje de señas).
Es cierto que los recién nacidos hacen gestos y ademanes naturales, bruscos, enérgicos y muy convincentes. A veces los interpretamos como: "Me duele algo", "Déjenme dormir", "Tengo hambre", pero no los hacen con el propósito definido de enfatizar ni describir la idea de un discurso.
Es cierto que los recién nacidos hacen gestos y ademanes naturales, bruscos, enérgicos y muy convincentes. A veces los interpretamos como: "Me duele algo", "Déjenme dormir", "Tengo hambre", pero no los hacen con el propósito definido de enfatizar ni describir la idea de un discurso.
Los ademanes nerviosos de un recién nacido no justifican que un orador se mueva como un recién nacido y haga ademanes y gestos todo a lo largo del discurso, es decir, aunque no sea necesario enfatizar ni describir nada.
Y es mucho menos eficaz mover las manos sin comunicar nada en concreto, como ocurre con las manos de un títere, que carece de la versatilidad para describir cosas como la punta de un alfiler o el movimiento de las olas del mar. Un títere tiene manos fijas. Solo mueve los brazos de aquí para allá. No queremos hacer eso (obviamente, no me refiero a alguien que tiene una limitación física o nerviosa para gesticular. No es mi propósito faltar el respeto ni denigrar o discriminar. Ellos hacen lo mejor que pueden, y debe bastar).
De modo que aprovecha al máximo tus gestos y ademanes en la medida de tus posibilidades individuales. Pero no caigas en el ridículo de hacer un gesto o ademán por cada palabra o frase que salga de tu boca. No tiene sentido.
¡Usa tus gestos y ademanes para enfatizar y describir solo aquello que realmente necesita un énfasis o descripción! De lo contrario, simplemente déjalas caer naturalmente. No hay razón para moverlas a cada rato.
Por último, no imites a oradores que se mueven incesantemente, nerviosamente, moviendo las manos cada vez que mueven los labios. Porque no es necesario ni eficaz.
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Y es mucho menos eficaz mover las manos sin comunicar nada en concreto, como ocurre con las manos de un títere, que carece de la versatilidad para describir cosas como la punta de un alfiler o el movimiento de las olas del mar. Un títere tiene manos fijas. Solo mueve los brazos de aquí para allá. No queremos hacer eso (obviamente, no me refiero a alguien que tiene una limitación física o nerviosa para gesticular. No es mi propósito faltar el respeto ni denigrar o discriminar. Ellos hacen lo mejor que pueden, y debe bastar).
De modo que aprovecha al máximo tus gestos y ademanes en la medida de tus posibilidades individuales. Pero no caigas en el ridículo de hacer un gesto o ademán por cada palabra o frase que salga de tu boca. No tiene sentido.
¡Usa tus gestos y ademanes para enfatizar y describir solo aquello que realmente necesita un énfasis o descripción! De lo contrario, simplemente déjalas caer naturalmente. No hay razón para moverlas a cada rato.
Por último, no imites a oradores que se mueven incesantemente, nerviosamente, moviendo las manos cada vez que mueven los labios. Porque no es necesario ni eficaz.
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