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CUALIDAD FÍSICA 2

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Tabla de Autoevaluación
T P
C
A
OBJETIVO
LEY 1 1
1
4
6
3
MENTE
100%
LEY 2 2
0
7
0 1
LEY 3 3
2
3
5
2
CORAZÓN
LEY 4 4
0
0
0
0

"¡HABLA 14 PALABRAS 
CADA 5 SEGUNDOS"!

Es una orden que debes decirle al espejo. Esta voz indica hablar a una velocidad equilibrada a fin de que todos puedan procesar cómodamente lo que se diga, sin generar confusión.

Una velocidad equilibrada permite oír cómodamente las expresiones del orador sin tener que hacer un esfuerzo para prestarle atención. Un promedio de entre 12 y 16 palabras cada 5 segundos es lo recomendable, que equivale a una línea de una hoja de papel A4.

Hablar muy rápido y sin hacer pausas, como atropellando con las palabras, dificulta que se entiendan bien las palabras y se preste atención o retenga y procese lo que se acaba de decir. No da tiempo a que los oyentes asimilen el contenido, sobre todo si la idea no es fácil de entender o se dicen palabras largas que confunden y comunican ambigüedad. Hablar rápido y con mala pronunciación es la peor combinación para el entendimiento de cualquier asunto.

¿Como saber si una idea es difícil de entender? Cuando contiene palabras, frases u oraciones que para los oyentes nos son familiares. No las reconocen en su vocabulario ni lingüística. Necesitan un poco más  de tiempo para tragarla.

Expresarse muy rápido causa la sensación de que se ha dejan cabos sueltos, lo cual desalienta de seguir prestando atención. Por ejemplo, si un puente está roto o no existe, ¿cómo cruzaré con mi automóvil? Necesito el puente para continuar mi camino. El desconcierto me dificulta pensar con claridad. Se modifican mis prioridades. 

Algo parecido se siente cuando uno pierde el hilo de una explicacion porque el orador dijo todo muy rápido o usó  expresiones poco familiares y no dio tiempo para procesarlas mentalmente. Lo que sigue deja de interesarle por no poder atar cabos. Y si al oyente no puede atar cabos, tampoco valorará la información que sigue, porque no podrá conectarla, entenderla ni utilizarla. No habrá adquirido conocimiento. Hablar sin hacer pausas es una mala costumbre.

No poder procesar la información también puede inducir a dudas y malentendidos, contribuyendo a un rechazo emocional. El oyente se pone a la defensiva, se harta y deja de concentrarse, pierde interés. Se convierte en un simple observador pasivo. Solo espera a que el orador termine y se retire. No recoge beneficio alguno de la exposición.

En tal caso, no es que no le interesaba el contenido. Fue la imprudencia del orador en cuanto a velocidad lo que levantó la barrera en su comunicación.

En el otro extremo, hablar muy lento, como arrastrando las palabras, también dificulta que se preste atención, porque aunque la idea sea fácil de entender y se usen palabras y frases cortas, se abre una puerta para que el oyente comience a divagar, pensando en otras cosas, por ejemplo, enviando mensajes de texto o retirándose de la sala para despejarse.

Hablar muy lento sería como escribir las pppaaalaaabbbrrraaass deee uuunnn mmmodooo zzzooommmbiii. Si el oyente no se duerme, se aburrirá muy pronto. Será como observar detenidamente el desplazamiento de una tortuga de Galápagos durante mucho tiempo.

Sí, las expresiones muy lentas tienen un efecto somnífero. Al oyente le costará mucho mantenerse atento y alerta. Y así como resulta con la velocidad rápida, podría desvalorizar la información.

Uso de pausas

Un uso indiscriminado de pausas no beneficia a nadie. Se convierte en una barrera que impide la concentración del oyente, y deslustra la imagen del orador, haciéndolo ver incompetente.

De manera semejante a lo que sucede con el habla rápida, no es que al oyente no le interese el contenido, sino que la imprudencia del orador en cuanto al uso del habla pausada levanta barreras en su comunicación.


La pausa hecha en el momento oportundo es muy apropiada, y es muy importante para el entendimiento. Se debe pausar al concluir una idea o para despertar expectativa por la idea que sigue. Por ejemplo, piensa en esto: ¿Qué es más importante, el taladro o el hueco? Seguramente te pasmaste un rato.  Puedes quedarte pensando un buen rato porque estás leyendo. Pero en oratoria, el orador seguirá adelante y tú te quedarás atrás, pensando. No quisieras causar ese efecto, ¿verdad?

Hay pausas que requieren más tiempo que otras, dependiendo de lo difícil que sea discernir la respuesta y del propósito que tenga el orador al pausar.


El uso indiscriminado de la velocidad y de las pausas es totalmente desaconsejado.

Hablando figuradamente, la pausa en oratoria es similar al freno de un automóvil. No podemos esperar que los pasajeros disfruten del viaje si frenamos bruscamente cada cinco metros en un viaje de 30 minutos. Tampoco podemos esperar que disfruten de un discurso plagado de pausas que transcurre a un kilómetro por hora. ¡}Misma tortuga!

Pausa de expectativa 

Se debe usar únicamente antes de decir una idea que merece ser resaltada. Es falto de discernimiento considerar que todas las ideas deben ser resaltadas. En tal caso, desaparece la expectativa y se convierte en incompetencia para la oratoria. No se debe aplicar el freno a cada rato.

Pausa de énfasis

Se debe usar únicamente después de decir la idea que despertó expectativa. De esa forma, una pausa antes de la idea y una pausa después de la idea se combinan para crear un impacto formidable.

Es falto de discernimiento combinar la pausa de expectativa y de énfasis a cada rato, indiscrimidamente, porque se pierde por completo el efecto de énfasis y se convierte en una muletilla desesperante. Reitero: Es como aplicar con fuerza los frenos de un automóvil a cada rato.

No permitas que una velocidad desequilibrada y un exceso de pausas te convierta en un ejemplo de incompetencia en oratoria.

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